Esta noticia estaba en los diarios del mundo el fin de semana…

Un escándalo de proporciones nacionales acaba de estallar en Francia por la decisión de un juez que anuló el matrimonio de una pareja de musulmanes porque la novia mintió sobre su virginidad.

Un tribunal de la ciudad de Lille invalidó en abril esa boda por “error de las cualidades esenciales” de la mujer, a petición del esposo, un ingeniero de 30 años que descubrió el engaño la noche de bodas, el 8 de julio de 2006. Esa misma madrugada, el marido comunicó a sus allegados que su esposa no era virgen, antes de devolverla a la familia.

La noticia, que se conoció el jueves y que no tendría precedente en Francia, causó la indignación de feministas y asociaciones antirracistas y laicas, y provocó la intervención de la clase política. Todos consideran que esa anulación viola los derechos femeninos más elementales.


Lo que viola los derechos femeninos más elementales no es la anulación de ese matrimonio arreglado, lo que viola los derechos femeninos mas elementales es precisamente ese casamiento arreglado. Sin elección, sin amor, sin pasión, sin libertad, sin deseo, sin ganas, sin ilusión, sin compromiso, sin alma.
La violación es anterior.

Ese matrimonio arreglado, utilitario, incomprensible.

Estas cosas todavía pasan.

Desde acá festejo la anulación de ese matrimonio.
Me alegra que esa mujer ahora sea libre y que su vida no este sometida a ese hombre que vaya a saber una por que intereses le habían impuesto para toda su vida.
A mi me ilusiona pensar que quizás de esta manera otras mujeres se den cuenta que si se animan no hace falta aceptar una realidad tan dolorosa, tan oprimente, tan tortuosa como la del amor impuesto.
este es un ejemplo de que se puede elegir y de que depende de cada uno y de animarse, claro.
Y a veces la justicia, como en este caso, incluso hasta sin querer, como en este caso, puede ayudar.

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