¿regalos o alertas?


El año pasado, hace casi un año exacto, el 9 de julio, nevó en la ciudad de Buenos Aires. Un fenómeno extraordinario que nos alegró y que festejamos. Salimos a la calle, sacamos fotos, filmamos con los celulares o cámaras caseras. Los noticieros hicieron programas especiales dedicados a la nieve. Pero sólo hablamos del color, de lo que se vio y de lo que nos divirtió que sucediera.
Hoy, un año después las miradas están puestas en el Glaciar Perito Moreno, en El Calafate. Una ruptura fuera de temporada que se hace esperar.
Dicen los que saben que esta vez el anunciado desmoronamiento del túnel de hielo recién podría producirse "en los próximos días" porque "el puente está formado, pero ya no hay diferencia en la altura del agua". Por esta razón, el derrumbe no será provocado por la erosión y "este proceso es más lento".
Mientras el puente de hielo formado sobre el témpano se resiste a caer, cada vez son más los que se acercan a El Calafate para presenciar el desmoronamiento del Glaciar que como condimento extra, por primera vez en la historia se producirá en invierno.
Pese a versiones que indicaban que en 1951 hubo un rompimiento en invierno, ésta es la primera vez que se produce fuera de la temporada de verano, por lo menos desde que se empezó a documentar el fenómeno, en 1917.
¿Regalos de la naturaleza o alertas de la naturaleza?
¿No habrá que empezar a pensar que esta pasando y que estamos haciendo para que se produzcan este tipo de fenómenos extraordinarios?
Para hablar de cambio climático y recalentamiento global como consecuencia de la acción del hombre sobre la tierra no es necesario pura y exclusivamente que se produzcan terremotos, erupción de volcanes que estaban dormidos o tsunamis que arrasan con ciudades enteras y que mueran miles o millones de personas. Cualquier acción de la naturaleza fuera de tiempo y en circunstancias extraordinarias aunque no produzca daños y nos parezca un “espectáculo” digno de disfrutar es para pensar y para ocuparse.
Las previsiones para el futuro no son nada alentadoras, según se desprende de la segunda comunicación nacional que ha elevado Argentina a la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.En este documento, que debe presentarse cada cuatro años, siempre sujeto a financiamiento, la ciencia argentina ha volcado los datos de diez años para atrás, y de lo que previsiblemente sucederá entre el 2020 y el 2040.Por un lado tiene un inventario de los gases de efecto invernadero y por otro, tiene estudios de vulnerabilidad al cambio climático y un estudio potencial de mitigación de emisiones.De acuerdo a este informe, que se hace en base a un modelo climático, en el país ha habido un aumento de las precipitaciones medias anuales, especialmente en la región del noroeste.Asimismo, se ha producido un incremento de las frecuencias de las precipitaciones extremas en gran parte del centro y este; un aumento de la temperatura en Cuyo y la Patagonia, con retroceso de glaciares; y aumento de los caudales de los ríos y frecuencias de inundaciones en todo el país, menos en Cuyo, donde esos caudales de origen cordillerano han retrocedido.
Todo esto pasa mientras muchos hoteleros, agentes de turismo y turistas se lamentan que a esta altura del año sólo haya un vuelo diario desde Buenos Aires a El Calafate. Como si fuera una fiesta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Por que no regalos y alertas? La nieve, el glaciar son cosas bellísimas, pero son también advertencias. En esencia, ¿Una alerta no es también un regalo?
“Y por la hermana tierra que es toda bendición hermana madre tierra que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color. Y por el aire, las nubes y la calma. Alabado Seas mi Señor.” Cántico de las criaturas, San Francisco de Asís.